Esta entrada ha estado en mi
cabeza y en conversaciones entre amigas por mucho tiempo. Y es que llega un
punto que uno se pregunta: ¿hasta cuándo?
Todos sabemos qué tan vapuleado
está nuestro amado género romántico. Desprestigiado desde siempre por los otros
géneros que se creen más serios, enfocado principalmente “para mujeres”, como si el
romance no fuera cosa de todos, de la vida misma.
Contra esas posturas,
anacrónicas, patriarcales y machistas, (y en este punto incluyo tanto hombres
como mujeres), la novela romántica y/o erótica ha tenido una lucha tan
incansable como desigual.
Voy a aclarar desde estos
primeros párrafos, y para evitar malos
entendidos, que no se trata del gusto, de si es el horror más absoluto o la
próxima novela en ganar un Nobel de Literatura, voy a hablar del cómo
escribimos, de las formas antes que del fondo.
Estando en este mundo del género
romántico, uno lee de todo un poco, “variadito como en botica” y es ahí donde
se ven las diferencias.
Que no se trata de que el autor
sea autopublicado o que tenga una editorial que lo respalde de alguna manera,
hoy en día esa característica no hace a la diferencia. Y hablo de mi experiencia
personal de lectura.
Libros de editorial donde los
errores se notan de lejos que fueron corregidos con la función “reemplazar con” del
Word. Que si bien es útil, y mucho, sabemos que corrige todo sin discriminación
alguna, y que hay que releer para ver que esté todo bien corregido. La persona
que está acostumbrada a leer, nota una cadencia en los errores, diferenciando cuáles
son propios del autor y cuáles producto de una mala corrección.
Libros de autores autopublicados,
donde claramente así como se terminó de escribir, sin ninguna leída posterior, se publica. Y
uno queda con las retinas sangrantes ante tal masacre del idioma.
¿Qué todos tenemos errores? Pues claro,
nadie es perfecto. Pero una cosa es tener veinte errores por libro y otra muy
distinta, veinte errores por capítulo. Definitivamente, algo no está bien si
estamos en el segundo caso.
Escribir una poesía, un relato,
una novela, lo que sea, es un acto íntimo; uno que conlleva muchas horas de
trabajo, tanto mecánico como tipear miles y miles de palabras, como interno: el autor muchas veces se ve empujado a situaciones emocionalmente
desgastantes. Y por supuesto, muchas ganas de sentarse a leer una y mil veces
lo mismo, para corregir una y otra vez, no parece divertido, bueno sepan
ustedes que pocas veces lo es.
Pero siempre es necesario.
Ahora es el momento que me dicen:
¡Ay pero no todos son filólogos o estudiaron literatura! O el famoso: ¡Escribimos
porque nos brota del corazón!
Y toda una serie de
justificativos, que a mi entender no justifican otra cosa que no sea la pereza.
Sí han leído bien: “La Pereza”,
ama y señora de muchos de nuestros males, tanto en el mundo real como en el
literario.
Toda persona que escribe ha ido a
la escuela, donde en mayor o menor medida nos han enseñado las reglas de la
gramática y de la ortografía, y aunque parecen ser nociones básicas, es como si
se las hubiera tragado un agujero negro.
Para estos casos, la gente de
Microsoft ha puesto una herramienta muy útil en su programa Word, el
autocorrector, que si el documento está bien configurado, obra maravillas:
quienes lo han visto en acción juran que corrige palabras y frases a medida se
van escribiendo. (Para saber cómo configurar el Word se puede buscar un
tutorial en YouTube ¡hay miles!).
Toda persona que escribe tiene a
mano un computador, teléfono celular, iPad o lo que sea que utilice para publicar
su libro. ¿Entonces qué tienen estas personas? Acceso a Internet.
¿Y qué nos da Internet? Acceso al
conocimiento. Que el uso de Google no se
limite a buscar fotos de buenorros para las promos del famoso libro en
cuestión.
¡¡ñami ñami!! 😋
San Google y Santa Wikipedia, son
fuentes inagotables de información. Usémoslas para salvar el idioma y algunas
retinas. Por favor. ¡Gracias!
Cuando veo un libro sin
justificar, con los diálogos mal hechos, con malísima puntuación, me da migraña.
Alguno podría decir: “vamos que
es mi primer libro” a lo que yo respondería: “¿y nunca viste uno? Digo, como
para copiar más o menos cómo queda terminado”.
Señores, el no saber NUNCA es una
excusa, pero siempre es un desafío.
Independientemente de cuál seal
motivo que nos impulsa a escribir, es un trabajo, por lo tanto tiene que estar
bien hecho. Si no ¿Qué dice del autor? Y en su conjunto, ¿Qué dice del género?
Pongamos esta analogía:
Contratamos un constructor para que nos haga la casa de nuestros sueños, es muy
moderna, hermosa, hecha con los mejores materiales, pero miramos hacia arriba y
resulta que no tiene techo. Es que al señor no se le dan bien las tejas ni hacer los techos,
entonces pues lo deja así, total si no miramos mucho se ve linda y todo.
Un libro sin corregir es lo
mismo, está incompleto. Poco importa qué tan atrapante sea la historia, no está
bien. Y repito, para gustos los sabores.
Estamos hablando aquí de las
cuestiones técnicas del libro. Recordemos
que un libro siempre educa, incluso cuando no es un texto escolar.
Al leer asimilamos tanto
situaciones emocionales, por eso se dice que cuando leemos más de veinte
minutos seguidos, nuestro cerebro procesa lo leído como vivido. Como así también
las cuestiones gramaticales: aprendemos vocabulario, distintas narrativas, diferentes
métodos de expresión; que en el caso del escritor además, enriquecen su trabajo
posterior.
Por todo lo mencionado
anteriormente, creo que es muy importante tomarnos el tiempo necesario para
corregir nuestros escritos: como toda obra propia lleva consigo un pedacito de
nuestro ser, y me pregunto: ¿Qué es lo que queremos mostrar al mundo?
Entregar al lector un libro
pobremente corregido, con faltas ortográficas y gramaticales groseras (alguna
se puede escapar ya lo sabemos, pero hay que hacer el esfuerzo. Vale la pena),
es como postularnos a un empleo, llegar tarde a la cita, entregar un C.V. lleno
de manchas de salsa de tomate y chocolate y pretender que nos contraten porque
somos muy inteligentes.
Todo lo bueno que uno sepa y sea,
queda opacado por el desastre que nos precede.
Aplicando esto mismo a las
historias, por más atrapante y emotiva que pueda ser, los horrores que vemos
que pululan por ahí, no solo se cargan a su autor sino también al género.
Dicho todo esto, me despido hasta
la próxima entrada.
Besotes!
Jull